29 de agosto de 2007

Mrs Blue

Solían llamarla Mrs Blue. Porque sí.
Porque sus sonrisas, aunque sonrisas, resultaban realmente tristes. Porque era fría, taciturna, solitaria. Mrs Blue siempre estaba a oscuras, incluso en los días más soleados del año.
Le gustaba escribir acerca de personas que jamás conoció. Intuía en sus relatos una fuerte capacidad de aproximación con el resto del mundo. Era la única llave de la que se valía para acceder a la gente corriente. Puesto que nunca hablaba demasiado, sus relatos resultaban sorprendentes para todo aquel que la conocía más allá de un simple saludo en medio de una calle céntrica, repleta de ajetreados transeúntes.
No era tímida, ni insegura, simplemente prefería ocultar parte de su verdad antes que descubrirse enteramente ante las personas que la rodeaban día a día.
Adoraba las reuniones, no tanto el hecho de saludar a todo el mundo o de sentirse forzada a entablar interesantes conversaciones con gente desconocida. Conversaciones interesantes cuya temática fuese más allá de las condiciones climatológicas de los últimos días o la asombrosa belleza del jarrón apoyado sobre la mesa del recibidor. Adoraba este tipo de actos más bien por todo el simbolismo que los rodeaba: globos de colores, comida excesiva, tartas glaseadas, vestidos de estreno, flores , flores, muchísimas flores por todas partes.
A menudo, en cualquiera de esas fiestas, echaba de menos las amapolas. ¿Por qué no habrá amapolas en todas las fiestas?, pensaba.
Y después de toda una vida preguntándoselo jamás llegó a entender el porqué de tan dudosa cuestión. Cuestión que la obligó a revolver y desordenar su mente día y noche de manera constante e insistente, mientras su otra mitad se mantenía concentrada en cualquier asunto, obviamente, de menor importancia que el extraño caso de las amapolas.

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