30 de mayo de 2016

siento
que tú eres la ciudad
y yo soy uno de esos barrios
en los que adolescentes enfadados arrojan botellas
y queman contenedores ante policías cubiertos

siento
que si tú eras la ciudad
yo era tu periferia

19 de mayo de 2016

Hoy me he despertado
con el miedo de que te vayas de repente.
Tal vez sea que ayer
volví a leer poesía
y todos los poemas hablaban de la ausencia.

Cada vez que te das la vuelta
vuelvo al pozo que ya conozco.
Voy caminando por un campo en primavera
apenas veo el agujero
el leve resalto de cemento.

Y de repente una caída que no se siente
sólo siento el golpe seco contra el suelo.

Y allí: yo misma,
con otra cara,
como era yo hace dos años.
Yo misma en el fondo de aquel pozo
hablando con alguien que fui yo hace tiempo.

Las cuerdas que él ató a mí,
siguen aquí atrapándome.









26 de abril de 2015

Y aquel fue el principio del final de todas las cosas que recuerdo.

25 de febrero de 2015

Es tan recurrente hablar de lo que no tengo.
¿La vida del poema es esto?

Ayer vi a jugar a los niños
entregarse la mano en movimientos imperfectos.
Y sin embargo el amor era aquél.
Y sin embargo el gesto,
ese acuerdo espontáneo y tímido.
Entonces lo supe y fue tan claro
y la herida fue un cuchillo hundiéndose en la carne.

No sufro ahora que hablo de lo que no tengo.
Si la vida me enseñó alguna cosa fue a esto.

12 de septiembre de 2014

La gente que amo lleva el peso
vacío
de la noche.

He pensado escribir mis memorias en una puerta blanca.
"Arrepentimientos
y derrotas"
y hoy he vuelto a perder el autobús a casa.

Si otras bocas me han hablado
hoy
prometo aquí
que no escuchaba.

He visto el cuerpo de la noche
vacilar
en momentos de luz
bajo farolas.

Me han hablado las calles
y me he sentido un niño
castigado
en la esquina última de un aula de paredes amarillas.

He sabido de otros
y he negado
conocer a quienes no me conocían.

Devoro las luces ajenas
y las siluetas de los hombres que miran.

A algunos los amo
y ellos no me conocen.



10 de diciembre de 2013

d.espacio

Entré al sonido

y entre el sonido
oí hablar de incendios.

Y por qué hablaban todos de lo mismo
y por qué todos de lo mismo hablaban.

Y comprendí que el incendio
era hablar del FUTURO.

Y esperar
desesperados
surgir el nudonaturaldelascosas.

El incendio nos nace -susúrrame- el incendio nos hizo.

25 de octubre de 2013

Si volvieses ahora
qué sería
quiénes seríamos tú y yo si hoy fuésemos otros
repetidos
como un fracaso retransmitido con el retardo habitual
provocado por la velocidad de las cosas
una ausencia que choca contra las paredes de algo
cambia el sentido
y vuelve hacia ti que estás en el centro
de la habitación
a rodearte.

Y allí donde estás nadie enciende las luces
para no despertarte.

6 de octubre de 2013

A veces huyo. Y nos veo como de lejos. Y me alejo. Soy tercera. Veo a mis piernas tensándose y destensándose. Los cordones de mis zapatos moviéndose arriba y abajo...arriba...y abajo. Veo mi gesto estirado por el movimiento que me distorsiona. Y más despacio te veo a ti, que justo cuando arranco, te vuelves a mirarme. Enciendes tu ritmo entonces. Y la cuerda invisible tira de ti y te acerca.

24 de julio de 2013

No soy como ellas,
sus pies son finos y suaves.
Las baña la luz de ventanas que son obvias
y yo pienso si seré menos que ellas.

Desde dentro llega el eco de lo oculto.
Son como dos mujeres, a la vez, en un mismo cuerpo:
Una es la que habla,
otra es la que llora y parece frágil
y los hombres se acercan queriendo consolarla.

A veces estoy sola y parece que escuchasen
y me miran con los ojos grandes de la noche.
Yo las veo también por dentro
y en un segundo que siempre dura
ambas sabemos que algún día dejareis de mirarlas.

Qué sabeis de la belleza
si cuando una de las dos mujeres se va
desterrais al insomnio enamorado
y dejais en stand by el mundo.

No soy como ellas
aunque siempre lo quise.
Pero cuando me falten mejillas
y se hundan mis ojos ya de luces apagadas,
levantaré la voz todavía y volverá a temblar el mundo.

23 de julio de 2013



Todavía escribo como una niña pero sigo sintiéndome vieja. Aún hago eso de hablar como si alguien me leyese, como si me leyeses. Sigo sin jugar a videojuegos pero ayer jugamos y fue confuso. 

En el juego eras un personaje que caminaba, corría, saltaba, recogía monedas, vidas, disparaba a los malos, volaba, incluso a veces eras inmune. Todo aquello era peligroso, había balas que volaban y te alcanzaban en cualquier momento ("no son para tanto, se mueven muy lento", decía él). Con un poco de estrategia y algo de suerte podías enfrentarte a cualquier cosa que pasase en la pantalla. Jugamos durante un buen rato y yo no lo hacía demasiado bien, sólo de vez en cuando parecía que había entrado en el juego pero enseguida perdía una vida de nuevo. El motivo era casi siempre el mismo. Había plantas carnívoras, tortugas malignas, fantasmas que lanzaban barriles para derribarte... pero muchas de todas las vidas que perdí no tenían que ver con eso. Solía caerme, todo el tiempo. "Es que vas con mucha prisa" decía él, pero casi siempre él se movía más rápido.

Al principio, con la torpeza que caracteriza a los primerizos y con la que me caracteriza especialmente a mí, me caía por uno de esos agujeros, normalmente porque mis saltos no eran demasiado buenos. Me caía, perdía esa vida y ganaba un poco de esa frustración que, en videojuegos, se traduce en un "lo haré mejor la próxima vez". Porque es lo que sucede con los videojuegos, que siempre que tú lo quieras, puede haber una próxima vez.

Después de muchas rondas así, aprendí a usar un botón nuevo. En ese nuevo botón, que hasta el momento había ignorado, había escrita una "A". Era un botón redondo, perfecto, sin esquinas, no dejaba nada en el aire, no ofrecía posibilidades, daba una única opción: tan sólo púlsame. Resultó que ese botón era una especie de salvavidas de última hora, por lo que también había que ser lo suficientemente ágil para pulsarlo antes de que no hubiese vuelta atrás. En cuanto veía que mi caída por uno de esos huecos al vacío era inminente, debía pulsarlo y así, una burbuja aparecería para flotarme y llevarme de nuevo con mi compañero. 

Pero a mí no me resultaba tan fácil salvarme. Debía jugar, caminar o correr, saltar, enfrentarme a todos los peligros y situaciones, inventar y llevar a cabo estrategias y además, cuando la intrepidez me llevase a caer por un agujero, debía reaccionar rápidamente, entender lo que ocurría, superarlo, darle al perfecto botón de la "A" y ver como era rescatado. Todo esto último pasaba muy rápido, tanto que al final la única posibilidad de sobrevivir era convertir el proceso en un reflejo, un único gesto, rápido, certero. Dejabas de lamentarte por lo que te estaba pasando, por la casi caída y empezabas a salvarte tan rápido como te metías en problemas.

Sabes que no suelo jugar a videojuegos, aunque ayer me gustó hacerlo. Me ha costado un poco, eso sí, lo de volver a poner los pies en la tierra. No es que en estas calles haya todos esos bichos del videojuego, pero siempre puede que encuentres a alguien yendo a por ti donde menos lo esperes. De todas formas, eso no me preocupa demasiado ahora. Lo que sí me asusta más es lo de los agujeros, ya sabes, mi punto débil. He estado pensando en eso de las burbujas que te salvan en el último momento pero no sé a qué botón darle ahora cuando sepa que voy a caerme.