27 de diciembre de 2007

Lancaster railway station.


Caminaban, o quizá se deslizaban, por la abarrotada calle Mayor. Sus manos se unían en el bolsillo del abrigo de la chica en aquel martes del diciembre más frío que guardaban sus memorias infantiles. No había nada entre ellos, estaban tan juntos que podían sentir los latidos del otro sin ninguna dificultad aparente. Sus labios, cortados por el viento, se intuían y se buscaban indecisos pero ansiosos, deseosos del calor que el invierno les robaba sin piedad alguna.
Cesaron sus pasos. La estación de tren estaba a dos calles de aquel punto. Se sintieron por un momento frágiles, como los niños que eran cuando se conocieron. Caminaban entre fantasmas de vidas que algún día fueron, en una tierra de nadie. La sensación helada y paralizante que los abordó tuvo la capacidad de atemorizarles, a ellos, que nunca habían tenido miedo a nada, ni siquiera al tiempo o a la distancia.
Continuaron deslizándose por aquellas calles. Cada día las recorrían miles de almas y hoy, sin embargo, semejaban tan solitarias... Nadie puede dar la vida a algo que se presiente muerto sin estarlo, como aquél en estado de coma y al que ya nadie visita.
De pronto, casi sin ser conscientes de ello, se encontraban en un andén del viejo edificio. Allí comenzaba a latir la ciudad cada mañana, los trenes despertaban de un profundo letargo y se sumían en la tranquilidad que dan los viajes que se emprenden al amanecer. La campana que avisaba a los pasajeros comenzó a sonar en el instante en que la mano del chico salió del bolsillo del abrigo de ella, como si supiese que ciertas despedidas no necesitan la presencia de palabras. Aquélla era una de ésas y ambos lo sabían.
Sus ojos coincidieron por un momento, fugaces, como si eso fuese precisamente lo que pretendieran. Sus labios cesaron en el empeño de encontrarse, se helaron, entraron en un coma aparente. Una fría brisa matinal alborotó el cabello de la chica, pero él no se acercaría a ella, su refugio para las despedida era ése, la distancia, tener la seguridad de que podrían separarse por un tiempo.
Sus pasos les separaron, llegaron a estar tan lejos que el frío los convirtió en estatuas, los corazones helados y la razón paralizada. Cuando esto sucedía, cuando sus cuerpos eran inmovilizados por el dolor de la despedida, sus bocas sentían la necesidad de comunicarse. Siempre conseguían que esto no se notase. "Te quiero", masculló él entre dientes, e intuyó los labios de la chica pronunciando un "ya te echo de menos".
Hay despedidas que no necesitan la presencia de palabras. Aquélla no era una de ésas y ambos lo sabían.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta!! precioso muy emotivo :D
te importa si te pongo en enlaces en mi blog no te agrego hsata que me des tu consentimiento por si acaso ;) viste que bien hablo xDxD
un beso wappa tq

Anónimo dijo...

agregada ;) jeje un beso tqq
PD: me encanta la nueva presentación

Contos do furafollas dijo...

Muy bueno el texto, y tiene razón en eso de que hay despedidas en las que es mejor no decir nada... pero alguna furtiva palabra siempre se escapa.

Buena presentación. Besos

sinparacaidas dijo...

nunca me cansaré de leerte.
nunca.

L. dijo...

No puede ser. Qué no, vaya. No puedes sumarle a mi actual estado catatónico una de estas historias sin final feliz. Qué no. Me niego a pensar que se dejaron escapar. Alguno de los volvió sobre sus pasos para quererse. He dicho.

euge* dijo...

sos mi número [im]par preferido
enserio...

te quiero (=

sinparacaidas dijo...

"Lo que llamamos amarnos fue quizás que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro".
Julio Cortázar.

Anónimo dijo...

Encima tenia que hacer frio...
no quiero hablar de despedidas
y de palabras que se atascan..

abrazos
bello tu bloh :)
agregada..

Anónimo dijo...

No me gusta la palabra "despedida"...
prefiero los puntos y aparte
o sobre todo, los puntos suspensivos...

y ese reloj... me trae tantos recuerdos...