Verano.

Contamos las estrellas con los dedos porque es verano y hay tiempo para todo, incluso para (des)esperarnos. Por la mañana no importa despertar por culpa del sol, es verano y dejamos las persianas entreabiertas. La música suena alto, el vinilo gira hoy más rápido de lo normal (se quedan ridículas 33 revoluciones por minuto). Soy ínfima pero no importa; es verano y el pelo rizo me hace parecer más alta.
La arena está en todas partes, mamá dice que sacudamos bien la toalla antes de entrar. No grita, no nos riñe, nadie se enfada. Compramos un helado de esos de muchos colores que al final nunca terminamos. Es verano y no importa, el reloj va más lento y el sol me pone las mejillas coloradas. Subimos al tejado y nos escurrimos, como siempre. ¿Ves aquella nube? Tiene forma de dinosaurio. ¿Por qué siempre hay una nube que tiene forma de dinosaurio (o de conejo)?
En Liméns se hace de noche. Playamérica empieza a encender sus luces. Viñó intenta dormirse entre las risas de las mismas niñas de todos los años. En Goián alguien se tira a la piscina. Es de noche pero da igual; es verano y parece haber tiempo para todo.