23 de julio de 2013

Últimamente siempre es igual. No sé qué es. Un agujero o una herida o un vacío o puede que todo eso sea lo mismo. No sé que es pero sé que hay un lugar por dónde se escapa todo.

No está tan mal. A veces entre todos los lunes de una semana aparece un sábado por la mañana. Ya es verano y yo no sé en que día vivo, así que los días han dejado de seguir un orden, se han desvanecido los términos y todo lo que parecía una verdad indiscutible ahora ni siquiera existe. No es que yo lo haya querido así, pero ya es verano y me afecta más de lo que creía. Hace semanas que no vivo según los giros de lo cotidiano. Lunes-martes-miércoles-jueves-viernes-sábado-domingo-lunes-martes-miércoles...

No sé si sea un reflejo de mi propia mente para protegerme de todas estas horas que me persiguen. Me persigue el tiempo que me queda. Llevo meses quejándome de no tenerlo y ahora tengo que esconderme de él, inventar estrategias, seguir mis propias reglas para que no me ahogue. 
Los días no parecían suficiente tiempo, así que ahora tampoco duermo demasiado. Horas y horas y horas vacías. Lunes-lunes-sábado por la mañana-lunes-viernes por la tarde-lunes-domingo-lunes-lunes-lunes... 

Que me sobren horas sólo podía provocar que me sobren pensamientos. Y la costumbre está ya tan arraigada que no puedo estar y no pensar. En lo que sea pero sobre todo en el pasado. A veces también pienso en otras cosas. Mi mente imagina escenarios y escenas improbables desarrollándose en ellos. Tienen algo de visiones de futuro y así me convenzo a mí misma de que todavía puedo avanzar, pero lo cierto es que todo lo que tengo ante mí ahora no son más que repeticiones, revisiones, construidas a partir de lo que ya viví, de recuerdos que no logro borrar. Me asusta olvidar pero a veces es mejor así.

Cruzo carreteras pero es distinto. Ya no me interesan todas esas franjas blancas del suelo. Ahora cruzo y no veo más que el gris y a veces escucho a los coches acercándose. Pero ya no miro como antes.
Escribo y sólo lo hago sobre el pasado. Lo que fue, lo que no fue, lo que pudo haber sido, lo que fue pero pudo haber sido mejor, lo que podría ser en el futuro, basándolo siempre en lo que fue en el pasado. Mis pensamientos no tienen una base en un aquí y un ahora, siempre surgen de comparaciones con momentos ya vividos o con lugares que ya nos vieron pasar antes. 

Me asusta la prosa, no entrecortarme. Me impone la manera en que tiende a mirar hacia el futuro. Es imparable. Nace y se piensa y sabes que querrá seguir adelante, que no entenderá de la brevedad y la baja intensidad a las que te estás acostumbrando para sobrevivir a las horas. Te atrapa y te pide que la anudes a tu cuello pero tú no sabes nada de corbatas y acabas por ahogarte con tus propias palabras. Me asustan porque no sé cuándo me darán la tregua que espero. De momento siguen saliendo, escapándose, las noto subir por pecho y atragantarse en mi garganta. Y a veces si estoy frente al espejo incluso veo como buscan su salida por mi boca y la llenan y ya sólo pueden desbordarse y escurrirse por mis labios. Y veo cómo me manchan la camisa y caen al lavabo. E intento abrir el grifo rápidamente y dejar que se vayan y me dejen porque tengo demasiadas y no sé qué puede pasar si todo esto sigue.

Puede que algún día pase como con aquella historia de los caimanes y oiga en el telediario que ahora viven en las alcantarillas.

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